El pasado 17 de Mayo, a 7 años del 15M, se celebraron las Jornadas “Innovación en la Ciudad Democrática”, en las que lanzamos públicamente la primera versión estable del Decidim (Decidim Ada Lovelace) y se hizo de la mano de una comunidad que acompaña, cuida y enriquece este proyecto casi desde sus inicios. Del Decidim podríamos escribir miles de páginas, o líneas de código: sobre su desarrollo, sus funcionalidades, sus usos, e incluso de su extensión, ya que es un proyecto que en poco tiempo ha crecido considerablemente, pero en este texto queríamos centrarnos en un aspecto que, sin duda alguna, es central, vertebrador y principio fundamental desde sus inicios: la dimensión tecnopolítica del Decidim o el Decidim como proyecto tecnopolítico.
*Texto publicado originalmente en tecnopolitica.net el 27 de agosto de 2018
Pero empecemos desde el principio ¿Que es Decidim? Decidim es un proyecto de software libre, una plataforma de participación política para ciudades u organizaciones, una infraestructura digital democrática para la democracia, valga la redundancia. De hecho es difícil de resumir en pocas palabras, y sin duda alguna la mejor manera de acercarse a ella es a través de la experiencia, ya sea en el Decidim de tu ciudad y/o organización o en la comunidad nacida alrededor del diseño de la plataforma (que denominamos MetaDecidim). Pero, para ser sintéticos, nos podemos quedar con la noción de plataforma; Decidim es una plataforma digital de participación que permite articular procesos democráticos (presenciales, digitales e híbridos), desarrollada para articular la participación y la colaboración ciudadana a escala ciudad, y difundida a otras instituciones y organizaciones sociales. De hecho son casi cincuenta las instancias activas del Decidim (incluyendo grandes ciudades, diputaciones, gobiernos regionales y organizaciones sociales) y otras más de veinte en proyección.
La tecnopolítica como aproximación
Para entender la dimensión tecnopolítica del Decidim lo primero que tenemos que hacer es entender de qué hablamos cuando hablamos de tecnopolítica. Si bien hemos intentado escribir y explicar nuestra perspectiva en múltiples escritos, nos encontramos que el concepto ha sido explotado, y con intenciones bien distintas; desde aproximaciones que eluden parte de la potencialidad epistemológica y política del concepto, ya sea por su aproximación naïf, tecnofílica o tecnoprocedimentalista [1] o por el desprecio al reconocimiento del potencial emancipador que también pueden jugar en determinados usos para la acción colectiva. Pero como el lenguaje también es un campo de batalla y la tecnología ha colonizado y está hoy ya mediando e interfiriendo de manera casi vertebral en el conjunto de la vida social, no vamos a dejar de dar sentido y cariño a esta noción a la que le queda aún mucho recorrido filosófico, político y sobre todo práctico. El hecho diferencial al que hemos recurrido desde los inicios recae en poner siempre el foco en los usos y las prácticas asociadas a las tecnologías de la comunicación en red, para huir de aproximaciones deterministas o solucionistas, y a la vez hemos intentado desplegar un importante repertorio analítico a partir de experiencias concretas (como es el 15M y todas sus capas, comunicativa, organizativa, afectiva, programática,…), y por eso mismo debemos seguir dando pasos adelante. Esto implica entender que cuando hablamos de tecnopolítica estamos hablando también de una manera de mirar y entender procesos sociales y políticos en la era de las redes digitales y de la hiperconexión.
Cuando Foucault nos habla de biopolítica para desplazar y ampliar la noción de política hacia el conjunto del cuerpo social, vida y política devienen nociones que no pueden ser pensadas de manera inconexa en la medida que la política afecta a las formas de gobierno y de ejercicio del (bio)poder sobre la sociedad y nuestros cuerpos y mentes, y se distribuye por todas partes afectando cualquier tipo de relación social y/o afectiva. Algo parecido podríamos decir de la tecnopolítica. La tecnología forma parte de nuestra sociedad, de las formas de gobierno (ya sea a través de las redes del capitalismo financiero o las tecnologías de control del propio estado-nación), de nuestro trabajo, del ocio, del activismo, e incluso de nuestras relaciones humanas más íntimas. Las tecnologías digitales están en todas partes, incluso en nuestros cuerpos. Pensar que el desarrollo (y su totalización en el cuerpo social) de todas estas tecnologías de la comunicación en red es neutral e inocua, probablemente sea una gran insensatez. De hecho, es una insensatez demostrable empíricamente. Cualquier desarrollo tecnológico hoy, y seguramente desde siempre, se genera a partir de unos intereses, motivaciones y/o necesidades que son sin duda alguna plenamente políticas y que se deben a unas determinadas relaciones de poder.
Una línea de código de un programador de Google en el motor de búsqueda, los algoritmos de selección de contenidos destacados de tu muro de Facebook, el despliegue de los tediosos listados de hashtags en Instagram, o la letra pequeña de los extorsionadores términos de uso de cualquier plataforma que nunca llegaste a leer; todo tiene un componente político en su gestación, diseño y despliegue que no deberíamos menospreciar. Y es en esta capa de razonamiento donde emerge también la noción de tecnopolítica. Si cualquier tecnología, y cualquier decisión que tomamos encima, desde o sobre ella es política, hoy tiene más sentido que nunca hablar de tecnopolítica. Y difícilmente encontraremos una tecnología neutral en la sociedad red. Una aproximación tecnopolítica a ésta nos lleva a atender precisamente a la capa política que afecta tanto el diseño y el desarrollo tecnológico como los usos y los efectos que de ella se derivan. Hablar de tecnopolítica implica atender a las implicaciones de esta relación viva y productiva (tecnología-política), que tienen que ver con una comprensión de las tecnologías como procesos sociales que llevan intrínsecas relaciones de poder y de conflicto. Y entender esa relación es solo un primer paso. El siguiente paso pasa por procesar este terreno y interpretarlo como un campo en disputa, minado de contradicciones, donde a un lado está el capitalismo cognitivo y financiero global en pleno auge y por el otro están prácticas sociales reivindicando derechos, conocimiento libre y abierto, libertad de expresión, democracia y generando redes de cooperación de resistencia y autoorganización colectivas que entienden el campo de batalla y a la vez lo habitan para recuperar terreno común y libertad. Son numerosas las experiencias que hemos visto de revueltas interconectadas a escala global durante las últimas décadas que serían prácticamente imposibles de imaginar sin las redes de comunicación globales. Las movilizaciones transnacionales del feminismo del pasado 8 de Marzo y la Huelga Feminista son sin duda alguna uno de los ejemplos recientes más relevantes, dónde redes de mujeres y grupos en todo el mundo tejen nuevos espacios de revuelta y de derechos de un profundo e irreversible impacto afectivo, social, político y sobretodo global.
Decidim como práctica
Dicho esto, y volviendo a la plataforma, ¿Por qué Decidim es un proyecto tecnopolítico? Pues muy sencillo, porque parte de una aproximación que desde sus fundamentos introduce, en todas las fases y ciclos de desarrollo y despliegue del proyecto (diseño, desarrollo, testeo, implementación, evaluación), mecanismos, prácticas, principios y modelos que no responden tanto a una serie de necesidades tecnológicas sino políticas o, en todo caso, una combinación de ambas. Para desarrollar esto lo explicaremos a partir de diferentes capas del proyectos [2] que ilustran con ejemplos claros esta aproximación.
La primera capa es la tecnológica o la del código. Decidim es una infraestructura tecnològica abierta, libre, y común. Libre por que es un proyecto 100% de software libre [3], lo que implica que cualquiera puede ver/usar/copiar/modificar/distribuir el código (siempre y cuando mantenga la misma licencia), lo que garantiza su libre acceso, uso y modificación. És abierto, ya que todo su desarrollo se ha realizado en abierto, por lo que se puede trazar/ver/consultar todo el proceso de desarrollo desde su minuto zero. Decidim es un proyecto colaborativo y que sea software libre es condición necesaria pero no suficiente para facilitar la colaboración alrededor del proyecto. Por eso Decidim tiene una arquitectura modular que permite una mayor escalabilidad en el crecimiento del proyecto y una mayor colaboración alrededor del código gracias a su lógica modular (de una forma parecida a lo que han hecho proyectos de software libre como Drupal con sus módulos o WordPress con los plugins). Esta estrategia evita minimizar los forks del proyecto y fomenta la contribución al proyecto común. Siendo más persuasivos, cualquier tecnología desarrollada por instituciones públicas, con dinero público, debería seguir estos principios, no sólo para garantizar una capacidad distribuida de auditar y/o compartir el código (al fin y al cabo conocimiento abierto y común) sino para asegurar un retorno social de una inversión pública hacia el conjunto de la sociedad.
La segunda capa es la de la comunidad, y la del Decidim como proyecto común. Sin duda alguna estamos delante de un común digital, dónde no sólo tenemos un proyecto de software libre sino que este se constituye junto a una comunidad (Metadecidim) que cuida, piensa, diseña, propone, discute, estudia, mejora, usa y extiende el Decidim. No podríamos tener un común digital como el Decidim sin esta creciente comunidad que de alguna manera vela por la dimensión común y democrática del proyecto. Sería un oximorón que un software para la democracia no fuera democrático, y eso es lo que busca esta comunidad: 1) Velar para que el software sea utilizado para una democracia real y 2) Desarrollar modelos abiertos para una gobernanza democrática del propio proyecto. Todo esto manifiesta y se sintetiza en un decálogo de principios tecnopolíticos que ofrecen las garantías democráticas necesarias para cualquier espacio digital de participación en el siglo XXI, a través del contrato social del proyecto. De hecho cuando Decidim se extiende, se extienden todos estos principios tecnopolíticos, se heredan e incluso se mejoran.
La lógica que opera en el código (accesibilidad y transparencia por su carácter abierto, y colaboración) también se traduce al resto de capas del proyecto. Todo la definición y especificación funcional del Decidim ha estado diseñada con estos principios que convierten el resultado del proceso de desarrollo en una apuesta claramente tecnopolítica. La transparencia se convierte en trazabilidad en la medida que Decidim permite trazar en el tiempo cualquier acción realizada en un proceso, a la vez que se garantiza su integridad, o sea la no manipulación de sus contenidos. Además, y como principio transversal del proyecto, la seguridad de los procedimientos se establecen a partir de sistemas robustos de seguridad así como la protección y defensa activa de la privacidad de las participantes (usuarias) a través de garantizar el anonimato y la seguridad de lo datos personales, así como de las acciones que deben ser protegidas.
La tercera capa es la política, de hecho todas las capas los son, pero esto nos permite focalizarnos en los procesos políticos que habilita o que puede llegar a habilitar un proyecto como este. Decidim permite acceso abierto y sencillo a la participación política, multiplica la posibilidad de tomar parte activa de procesos colectivos (ya sean presenciales o digitales), facilita, organiza y articula todo tipo de procesos democráticos (informativos, deliberativos, colaborativos, de pensamiento colectivo, de toma de decisiones, etc…) ya sea para el gobierno de una ciudad o una organización de la que podríamos formar parte. Los hace transparentes, íntegros y seguros, estableciendo formas distribuidas y auditables de control colectivo. Permite el desarrollo de la inteligencia colectiva, de la colaboración a media y gran escala, y de la generación de redes de cooperación para proyectos comunes. Esto lo hace a través de diferentes espacios de participación, como son los procesos participativos, las asambleas, las iniciativas y las consultas, que combinados de manera libre con los componentes de participación (propuestas, apoyos, debates, encuestas, encuentros, sorteos, blog, etc…) nos generan un ecosistema abierto de colaboración infinito y configurable a medida de la necesidad de cualquier organización democrática. Además Decidim también inaugura una nueva manera de entender las redes. Si hasta ahora se ha popularizado la noción de redes sociales con la colonización absoluta plataformas corporativas, donde el mal uso de los datos personales ha sido su gran talón de Aquiles y la democracia en su proceso de desarrollo ha brillado por su ausencia, (léase Faceboook, Twitter Google o Instagram por mencionar algunas), Decidim se presenta como un red política en la medida que articula procesos políticos, y tiene todas las garantías necesarias para que la tecnología sostenga estos procesos (anonimato, privacidad, colaboración, participación, seguridad, control distribuido, y un largo etc…). Decidim, por lo tanto, se presenta como una nueva generación de tecnologías públicas y del común, tecnologías abiertas y libres para la democracia. Tecnologías de la gente, al servicio de la gente y para la gente.
Seguimos en movimiento
Que una infraestructura digital democrática sea vectorialmente tecnopolítica no implica que los procesos que en ella se den sean absolutamente emancipatorios o radicalmente democráticos. Podrían, de manera aislada, incluso legitimar prácticas de dudosa calidad con fines cosméticos. Pero lo que sí podemos garantizar es que Decidim: a) fija las bases y garantiza derechos de partida fundamentales para cualquier proceso democrático, b) permite monitorizar y auditar de manera colectiva la participación, c) permite amplificar y enriquecer la participación y la colaboración en el proceso de tomar parte activa en la gestión de los asuntos públicos y/o comunes, d) facilita dinámicas colectivas de agregación y (auto)organización a media y gran escala, e) abre el terreno a la experimentación e innovación democrática, con el despliegue infinitas posibilidades de configuración de procesos de participación y en definitiva e) permite recuperar autonomía política para la organización de lo social y f) habilita una infraestructura común para la gestión y gobierno de cualquier de común.
Decidim sigue en proceso de construcción, testeo permanente y mejora gracias a un equipo humano increíble, una comunidad viva y creciente, y una valiente apuesta política por parte del Ayuntamiento de Barcelona, que está convirtiendo a la ciudad en referente y catalizador global de un nuevo ética y política pública para el desarrollo tecnológico abierto, libre, y la gestión de los datos. Así es y así se hace Decidim, con ensayo-error y desarrollo ágil, con innovación institucional, conscientes de la importancia y necesidad de acompañar y empujar este tipo de proyectos en este presente-red, proyectos que ponen a la ciudadanía en el centro, que garantizan derechos (y los cauces para conquistarlos) y que fomentan la autonomía tecnológica y una relación soberana con nuestros datos personales en la red. Nos encontramos en un contexto favorable, en la que hay una creciente apuesta (ya sea por el hype o por convicción política) por parte de instituciones públicas y organizaciones sociales y políticas para una mayor democratización de la sociedad. En este contexto abrir la democracia, experimentar e innovar y no tener miedo a la autoorganización y autonomía política de la gente debe ser un objetivo compartido de cualquier forma de gobierno. Aprovechemos estos tiempos de oportunidad para hacer democracia real y en red.
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[1] Dicho de esas aproximaciones que de manera acrítica confían que las tecnologías digitales y los procedimientos que habilitan van a solucionar todos los problemas de la sociedad.
[2] La aproximación al Decidim a partir de estas capas nace del White Paper del proyecto Decidim (2018).
[3] AGPL Affero 3.0
p.d: Quiero agradecer especialmente a Antonio Calleja-López por la revisión del texto y su permanente fuente de pensamiento e inspiración y a Xabier E.Barandiaran sin el cual todo esto no hubiera sido posible.